Aunque son muchas las novias que deciden pasar por el taller de Chús y confiar en ella el vestido que llevarán en uno de los días más importantes de sus vidas hoy quiero recordar una novia muy especial para nosotros que desde un primer momento tuvo claro que quería uno de sus diseños.
Raquel se caso en la Finca de El Pendolero en Madrid, situada en el espectacular paisaje de los Montes del Pardo. En todo momento tuvo muy claro el tipo de boda que quería, y junto con Jorge, el novio, comenzarón a diseñar y elegir la boda con la que durante tanto tiempo habían soñado.
El estilo de Raquel si debo definirlo en una sola palabra es, clásico. Quería un traje que se ajustase a su personalidad y gustos, sin que fuese recargado ni de tendencias pasajeras. Un diseño atemporal, en el que sentirse identificada y que pasados los años le siguiese resultando tan espectacular como el primer día en el que se lo probó en el taller de Basaldúa.
El traje tenía un patronaje impecable, y la tela escogida fue un mikado de seda natural, por lo que tenía mucho cuerpo. El escote era abierto tipo barco y sin mangas y para ajustar perfectamente el vestido a su figura decidiron hacer unas costuras vistas que recorrian los laterales del cuerpo del traje.
Siempre que tengo la oportunidad me gusta enseñaros los vestidos al detalle, ya que muchas veces aunque se ven que son espectaculares no se aprecia, por eso le pedí a Raquel que me dejase compartir con vosotros su traje de novia.
El cuerpo terminaba con un fajín ancho en el mismo mikado de seda que el resto del vestido. Por delante era anchoy recto mientras que por detrás terminaba en pico para dar paso a la espectacular cascada de volantes de la cola.
Los volantes de la cola eran de una tela más vaporosa y ligera, de modo que cuando Raquel andaba se movian y el efecto era aún si cabe más bonito.